sábado, 9 de julio de 2005

El extraño

Como siempre, era el arquero. Desde pequeño recibió burlas por su cabeza ovalada y sus extremidades desproporcionadas debido a una enfermedad genética padecida también por sus padres. No había tenido una infancia agradable. A la discriminación se agregaba las limitaciones debidas a esas deformaciones físicas. Le costaba caminar, tropezaba constantemente debiendo usar a veces un bastón. Pese a ello se obstinaba en hacer lo que muchos adolescentes hacían y jugar al fútbol era su pasión. Sin embargo, sus compañeros siempre lo dejaban de arquero, dado que en otros puestos era aún mas malo.
Esa vez no era la excepción. Estaba al arco y ya le habían hecho cinco goles. Ante las reprimendas de sus compañeros de equipo, decidió jugársela mas. De pronto recibió un tiro el que únicamente podría alcanzar lanzándose. Así lo hizo, pero además de no atajar el balón se golpeó muy fuerte en el rostro. Puesto que no paraba de sangrar se fue a su casa lo mas rápido que pudo. Se metió al baño y se miró largo rato. Con el golpe se había desprendido un gran trozo de piel. Bajo ella pudo observar una superficie gris brillante. La sangre ya no corría mas. Con temor al principio fue sacándose la piel. La superficie gris fue saliendo a la luz. Imágenes inconexas empezaron entonces a acosarlo: su niñez, los largos viajes de su padre, la rara comida preparada por su madre, las grandes lagunas de largos meses en que al parecer solo durmió, la potente imagen del planeta vista desde el espacio. De pronto se vio con una lucidez aclaradora: tras sacar toda la piel de su cabeza, frente a sí, un ser de piel gris, grandes ojos y desprovisto de orejas lo miraba atónito. Justo en ese momento su madre abrió la puerta del baño y quedó estupefacta. Tras un largo silencio atinó a decir:
- Hijo, tenemos que hablar.