domingo, 23 de abril de 2006

Tierras del Encanto

Un relato-sueño

“Los caminos hacia las tierras del Encanto están hechos de lágrimas” le dijo su maestro. Sin embargo, al oír esas palabras aquella tarde en que se despidió de él, embriagado de ímpetu juvenil y ansioso de aventuras, les restó importancia. Esa tarde besó por última vez a la pequeña Aku, su flor predilecta, una breve mezcla de suave cariño y ardor adolescente. “Te esperaré” le dijo mientras levantaba su vestido en señal de despedida como los hacen las de su pueblo.
Las primeras curvas no fueron problema. El camino hacia el hogar de Mu, su tierra ancestral, al que su maestro llamaba “la tierra del Encanto” nacía a poca distancia del pueblo y era serpenteante en su inicio. Colinas adornadas de margaritas, dalias y rosas daban a sus caminantes un baño de aromas deliciosos. Era irresistible tenderse en el pasto y dejarse llevar por esa extraña mezcla. “Una mujer y la combinación sería perfecta” pensó mientras se hería al tomar una rosa.
Pasaron varios días y el placer inicial dio paso al tedio. Estaba cansado del monótono paisaje, muy de vez en cuando invadido por un ajolote que sacaba su cabeza del agua de las lagunas cercanas. “Ellos deben divertirse más” se decía el caminante con un dejo de tristeza.
Al séptimo día ocurrió algo muy especial. Una procesión venía desde lejos en dirección suya. Todos su integrantes venían vestidos de negro. Encabezaba el grupo una sacerdotisa que llevaba una gran cruz invertida en su manos en cuya cúspide estaba posado un cuervo.
Al llegar frente al caminante se detuvieron. La sacerdotisa le pregunto:
- ¿A dónde vas?
- A la Tierra del Encanto – respondió el joven
- Bah, criatura. ¿No ves que te han engañado? Esa tierra no está hacia donde caminas sino está en tu pueblo. Es el habitáculo de tu amante aquello que buscas. Quién te aconsejó lo hizo únicamente para alejarte de ella.
El muchacho permaneció turbado un momento. La sacerdotisa viendo germinar la desconfianza en él, le aconsejó:
- Hijo, piensa en ti. Nada más absurdo que dejar todo por una fantasía. Allí, junto a tu casa está tu felicidad. Míranos, fuimos en busca de Mu y terminamos marcados por la Muerte. Vuelve, toma a tu novia por esposa y funda tu clan. Lo demás es sólo dolor.
La oscura caravana retomó el pasó y se alejó pronto en dirección al pueblo. Las flores morían quemadas bajo el sordo sonido del tambor mortuorio. Absorto en grises pensamientos, el caminante siguió su marcha.
Al día siguiente llegó a la entrada de un espeso bosque de aspecto siniestro: inmensos árboles de hojas oscuras, con ramas que parecían negros brazos que luego se hundían en el follaje, interminables cantos de chucaos, chotacabras y otras aves que desconocía; crujidos de ramas semejando pasos; el cielo tapizado de ramas que apenas daban espacio a los rayos de luz. Siguió con miedo la marcha, entre los matorrales y la penumbra boscosa. Dormía por breves momentos para avanzar lo más posible. Cuando contaba ya cinco días caminando en el bosque se encontró con una caverna que parecía hundirse en la tierra. Era lo que buscaba: la entrada que lo conduciría a Mu. Frente a ella había una fuente de agua cristalina hacia la que se dirigió. Bebió con placer el agua fresca, pero tras el último sorbo vio reflejado en el agua algo aterrador: seres oscuros mataba a los habitantes de su pueblo y quemaban casas y sembradíos. Un chucao se poso junto a él en la fuente haciéndolo volver en sí. Decidió regresar inmediatamente.
Días después estaba en su pueblo. El paisaje era desolador. Donde antes se levantaban casas y plantas una mancha negra era lo que quedaba. La cruz invertida en el centro le daba un aspecto macabro. El cuervo sobre ella graznó al verlo. A poco caminar se encontró con el cadáver mutilado de su maestro. Corrió entonces hacía donde debía estar la casa de Aku. En medio del humo la divisó y apenas pudo la abrazó. Estaba herida fatalmente.
- Te esperado tanto. Los días parecieron años. Ayer, ayer....
- Ayer llegaron. Lo sé- respondió
- Te buscaba. Creían que ya habías regresado de Mu juntos a los sabios montado en sus naves de estrella. Te querían enfrentar. Enfurecidos al saber que no estabas nos atacaron.- Se calló un momento, lo miró a los ojos y prosiguió.
- El maestro te dejó un mensaje. Dijo que en el fondo de tus recuerdos siempre habitaría y que cuando lo quisieras te daría consejos. Que sólo la llama de Mu y sus sabios podían salvarnos definitivamente. Lo que hagas ahora será en vano si no llegas allá. Nuestras almas te esperarán, en las entrañas de la tierra. La mía arderá allí, como un sol de esmeralda esperando ascender.....
Apenas dicha la última palabra falleció. Su amante la dejó en el suelo, armó una fogata y quemó su cuerpo según la costumbre de su país. Emprendió luego el viaje final a las tierras del Encanto, donde esperaba limpiar su lágrimas y regresar con su pueblo dispuesto a vencer a la Muerte.