domingo, 11 de marzo de 2007

Patéticos Amaneceres

Aún no hemos sido derrotados
Ni por la estepa que infinita
Prolongaba las cavilaciones terribles
Hasta arder en las llagas del alba
Ni por la horrible belleza del martillo ensangrentado
Que claveteó la cruz hasta punzar la oscuridad.

Una pesadilla germina en las gargantas
Con sus ramas no humanas que
Velan el escondite de nuestras maldiciones.

Ahorcados junto al fuego crepuscular
Yacen expoliados los hijos de las viejas insignias
Patético testimonio del odio prematuro
Del despojo de las máscaras y su cremación
De los látigos y puñales de plata
Que invocaban con caricias hirientes
Al más dulce héroe de los muertos:

El calor era el fruto prohibido
Los gusanos las pasiones entregadas
Nuestra pudrición de antiguos mendicantes
Que palidecía junto a la alambrada
Que separaba el abismo
Del obsceno dolor de nuestros labios mordidos.