domingo, 22 de abril de 2007

Al pie de mi cadalso

Al pie de mi cadalso
la mandrágora ya brota.
Su lamento de sol patibulario
amanece a media noche
a raíz de su dolor y mi semilla
calor y luz de los entierros
flor mortal y blasfemada.
Arrinconada contra llamas
en la hoguera que abrasa mis entrañas
la voz de su mirada me susurra un epitafio
que algún día esculpirá sobre mis huesos.
Amo el sabor de su lamento
fúnebre pétalo arrancado de mi tallo,
cardo azul, rojo y muerte
cariño que castiga aún mi celda
que desgaja los días
que azota mi rostro
rompe el sello del camino
por donde peregrinan mil fantasmas
y a cuya vera mi cadáver aguarda
ya maduro
la Luna de la Cosecha.
La cicatriz sanguínea de su fruto
no ha dejado de alumbrar
su signo está marcado en el espejo
que ya fue roto, ¡que ya fue roto!
Ya no me espera bajo tierra
el vil consuelo de su savia
el aroma extinto de su polen:
ya no soy el Ahorcado
soy sólo cenizas y una negra calavera
sobre la que ella ahora baila
la amarga danza de los magos.

sábado, 7 de abril de 2007

Ningún ser humano...

Otro cuento que escribí hace años atrás.

Nunca había pensado que mirar a la gente desde arriba de un árbol podía tener algo de interesante. Ver sus gestos, escucharlos conversar, verlos caminando de un lado para otro con sus rostros a veces angustiados, a veces alegres, las más indiferentes. Todo eso se logra desde arriba y con la ventaja que no me pueden distinguir en el nutrido ramaje.

Y las voces agitadas y los comentarios temerosos son los que más se han oído este último tiempo, arriba de los árboles y en todos los rincones de la ciudad. No es para menos considerando la serie de terribles muertes que se han sucedido, todas atribuidas al "Chacal". Miedo por cierto alimentado por toda la parafernalia mediática. Los despachos en directo en la televisión, las miles de teorías que se inventan para explicar estos crímenes, las que hay para todos los gustos, desde las aterrizadas hasta las más desatinadas, hablando de seres del espacio y otras estupideces. Ya deben haber hasta páginas web dedicadas a elucubrar todas serie de explicaciones fantásticas sobre el origen del "come cerebros".

Yo lo he visto y puedo afirmar con toda seguridad que no se trata de ninguno de esos seres que los medios y la gente ha señalado como el asesino. El otro día venía de noche en dirección a mi casa por una calle bastante oscura. No se veía a nadie más caminando por ella. Venía fumando tranquilamente cuando de pronto se oyó un ruido al otro lado de la calle. Seguí andando, un poco nervioso pensando en las historias sobre el "come cerebros" y sus correrías por la ciudad. Cuando llegué a una esquina me pareció escuchar un fuerte crujido como de ramas quebrándose. "Debe ser el viento" pensé. Unos pasos más y el ruido se hizo insoportable. Definitivamente había algo en la copa de los árboles al otro lado de la calle y parecía deslizarse a través de ellos. Con un terror inmenso eché a correr cuadras y cuadras y las malditas ramas seguían su demoníaco crujido.

Lo peor pasó cuando tropecé torpemente con una piedra. Caí de bruces sobre la tierra y estuve inconsciente algunos segundos. Al despertarme, de pié junto a mí estaba un sujeto de ropas harapientas y aspecto nauseabundo. La luz tenue de la luna lo convertía en una gran sombra que se proyectaba sobre mí. Al intentar pararme, el sujeto dejó su quietud para abalanzarse como una fiera. Rasguñaba, gruñía, me mordía, y lo peor, de su boca chorreaba un líquido espeso que me quemaba la piel y penetraba hasta la carne. Y que decir de su maldito ojo que clavado en su rostro parecía atravesarme el cerebro.

La lucha fue intensa. Pese a mis esfuerzos la bestia logró dominarme y hubo momentos en que no me quedaban fuerzas. Pero la suerte estuvo de mi parte porque cuando el animal quería morderme el rostro tome un palo que encontré en el suelo y lo golpee con toda brutalidad. El primer garrotazo no lo mató pero lo dejó mareado, lo suficiente como para permitir levantarme y golpearlo más fuerte. Le reventé la cabeza.

De pie junto al cuerpo, respiré profundamente el aire enrarecido de esa noche tratando de recuperar mis fuerzas. Estaba extasiado, había vencido al monstruo. Pero no tarde en percatarme de lo falso de mi victoria. A medida que me recuperaba, iba sintiendo cada una de las heridas en mi cuerpo y la sangre brotando por todas partes. Había perdido mi oreja izquierda, mis manos y brazos tenían desgarramientos que en ciertos parte dejaban al descubierto los huesos. La sustancia que salió de la boca de la bestia me había desfigurado el rostro, la piel se había vuelto escamosa y pedazos colgaban de ella.

Con rabia, con tremenda ira miré el cadáver tirado en el suelo y lo golpee una y otra vez. Y mi cólera aumentó al ver su maldito ojo que aún permanecía abierto. Lo descuarticé.

Cansado y con un sentimiento terrible de desconsuelo y amargura, me acerqué al cadáver y sin pensarlo le devoré los sesos. No sentía nada, no era yo el que actuaba, era ese inmenso ojo el que me llamaba.

Mirando a la gente pasan rápidas las horas. El viento que sacude las ramas me dice que hoy es la última noche. No aguanto a que llegue de una vez. Por fin podré bajar de los árboles y acabará este suplicio. No soporto esta vida. Prefiero morir de una vez. Porque pese a este ojo monstruoso que llevo incrustado en mi rostro, aún soy un ser humano ¡Y ningún ser humano se merece esto!

lunes, 2 de abril de 2007

Paradoja

Uno de los primeros relatos que escribí, hace ya varios años.

Ahí está el maldito. Ahí está, como siempre, escribiendo en su escritorio sus pequeñas historias para venderlas a sus congéneres. Ahí está la espuria criatura que ha sido capaz de remover las cenizas para lograr sus míseras ventajas humanas. Escribe ensimismado sin siquiera vislumbrar lo profundo de la herida que ha abierto. Con sus libros, parece un niño jugando a ser adulto. No me explico como este insignificante ser fue capaz de romper la quietud. Miles de años se han abierto de repente a los ojos del pasado y todo por esto, este miserable gusano. No se como me molesté en venir aquí, a verlo, a presenciar tan increíble paradoja. El sueño que creía eterno ha finalizado. Yo, yo que luché por lograr mi encierro, que mutilé tantas vidas en nombre de Ethaí y que destruí de la manera más despiadada. Aun así, logre dominar mi sed de sacrificios y busque ayuda en los hombres para detener la matanza. Confié en ellos. Sus invocaciones constantes han logrado mantenerme en la profundidad de las montañas mas inhóspitas del planeta. Pero todo ha caído, todos estos milenios no han servido para nada. La dedicación de miles de hombres ha sido en vano. Las generaciones que han logrado mantener firme el sello de Kerkan fueron inmoladas inútilmente. He vuelto, a muy pesar mío he vuelto.
¡Y que increíble!. Esto que tengo frente a mi ha decidido la destrucción de su propia raza, ha decidido el final de esta era. Sé que esta quietud que me embarga no durará mucho porque mi hermano pronto despertará. Desde que compartimos el mismo cuerpo la desgracia ha reinado la Tierra. Desde que en la lejana época del Imperio de Zethu la magia de las Sombras nos golpeó con esta maldición no ha habido paz. Mi hermano es el ser más terrible de los nacidos en la era pre humana. Su ira ha hecho desaparecer civilizaciones enteras y su culto ha sacrificado muchos inocentes. Y lo peor, es mas fuerte que yo.
Es imposible, ahí está el parásito que rompió el sello de nuestra celda, ahí está el infame que abrió el sarcófago maldito. Su afán de adentrarse en nuestras montañas lo ha hecho el descubridor del gran secreto que ahora quiere revelar, sin reparar que aquellas tumbas encerraban más que unas viejas tablillas. Y está frente a mí, traduciendo a su primitivo dialecto lo que se le antoja una maravillosa leyenda. ¡Qué desgraciado destino!
¡Ja!. Y que cara pone este humano. Se dio vuelta y me ha visto. ¡No aguanto mas , esto es demasiado! Su rostro es el de una rata, sus gestos son bastardos, es un bastardo. ¡Aaaaahh! Jamás atravesó por su cabeza, que ahora tengo sangrante entre mis garras, un pensamiento superior al de su diminuta existencia. ¡Aaahhhh! ¡No se porque he venido aquí, por qué empezaré aquí!