domingo, 17 de marzo de 2013

Círculos concéntricos


Como el borracho que arrecia contra la lluvia
Seguido por el fantasma de su sed,
Disparando desde la hondura de la tempestad
Sigo la huida como un destino fracturado
Como siluetas instaladas en la mesa, junto al fuego
Esperando la tibieza del cuerpo que les fuera arrebatado.
Despidos, silencio junto al arsenal,
Las guerrillas se alzan en la noche,
Rostros cubiertos se ahogan en el atardecer
Con la sangre ardiendo en los caminos.
Caminamos, círculos tras círculos,
Barricadas ante las cuales ceder segundos,
Porque la avería arrecia y los perros no callan
Ante el hambre monstruosa de las calles agotadas.
Los puertos cerrados,  muelles devorados por el mar,
El tráfico que no cede espacio al cadáver insensible
Que reina en sus estilizadas cadenas.
Santones disfrazados de mendigos se inmolan
Ante la huella que se va difuminando,
Que perdemos y finalmente olvidaremos.
Señales entre puertas, mujeres detenidas, 
La pornografía encubierta de modales, de sombras,
De indiferencia antes de abordar las escaleras,
Ascensores congelados, calles tomadas, indolencia en la trastienda.
Desfilamos ante los círculos, capaces de cercenar en aras de su forma, de su signo programado,
Delineándose en la ansiedad de los transeúntes, en las mutilaciones rutinarias,
En los suaves mecanismos que se esconden en el beso, en el abrazo, en el sexo a medianoche.
Cópula que concluye en si misma, agotada, extirpada de otro horizonte,
En su mundo conjurado a medias con el último gemido antes de desfallecer.
Afuera la rebeldía apaga las llamas, para enarbolar la aurora,
El humo se eleva sobre los muertos que se echan a andar,
Y los rebeldes son capaces de ceder, ante formas inescrutables,
Del círculo ardiente que, en su centro,  contiene todos los mundos.