miércoles, 1 de mayo de 2013

Por las calles desterradas


Por las avenidas proscritas, arrancadas de raíz del simulacro
Encadenado transita junto a un hombre su fantasma
Camino a su hogar envilecido, apagado,
Secuestrado entre ciudades en llamas, entre siluetas abandonadas en el fango
Para levantarse de golpe con el sol que todo quema.
Las calles en su profunda paradoja provocada
Que más rápido nos pierden que encaminan hacia brumas
Atestiguan el paso negro del animal dividido, silente,
Relegado en el mar sin fondo de los ahogados.
La mecánica sucia de las llaves, de las aperturas que cierran espacios, rincones,
Y abren sacrificios íntimos en la callada estancia de los fugitivos
No brinda el necesario refugio, la taza caliente, el licor áspero que derrote la cordura.
Entre las paredes de la cocina, donde nadie come sino se espera el hambre
Donde alguien que ya no vive abre ollas y alimenta sueños,
Entre las paredes plagada de souvenirs y baratijas arrancadas de otros mundos
Intentará, como tantos otros que comparten en la noche su pan
Como el cuerpo que reparte generoso su bocado sangriento,
Apaciguar ese alejamiento que muta en horas, segundos agotadores,
Dolorosos momentos que beber tras desgranar los frutos negros del día.
En la lejana experiencia de transitar los propios puentes, las estaciones desmarcadas,
Las plazas abandonadas a la miseria de los vagabundos, que nutren sus famélicas bancas,
Alguien despierta a su destierro, como un golpe repentino en la batalla,
Los edificios a medio derribar se levantan y florecen,
Y solo él sabe, el desterrado, el vital espejismo que describe círculos en su huida
Que todo ha de perecer entre sus manos desbordadas
Y reirá entonces, inundado de recuerdos, de trenes y puertos,
Porque alguna vez caminó allá, tuvo hogar, y atesoró esos rostros como propios.