jueves, 3 de julio de 2014

Sueños, señuelos

Entre señuelos, en el campo recién arado, despejando el camino,
Llevamos esta ruina, belleza contrapuesta,
Acomodándonos a su torpeza, a su rudo cariz telúrico,
Como el abrazo exhausto tras la siembra, esperando lunas y cosechas,
La vertiente en tu pecho abriendo surcos que transito,
El viento rescatando de tu vientre soñado la semilla.
Marcas,  cruces, no esperemos el verano,
Los labios hoy ya tientan al sol ardiendo
Y entre los arroyos sanguíneos escogimos sus deseos:
Noches de desvelo carnal, gemidos en la eternidad de un ruego,
Sueños lanzados a correr como bestias liberadas.
La vieja casona  marca con su tiempo el latir de los frutos,
La marca que ha cazado el fuego de su fragilidad,
Mientras nos esperamos deseosos antes de partir
De dibujar nuevamente los surcos, de desperdigar sus ofrendas
Ante la sabiduría exacta de la furia y el desgarramiento.
Vale este sueño pesadillas, besos frustrados y manos imprecisas,
Que levantan el polvo y dibujan paisajes, para atormentar las distancias,
Porque de esto se trata su cosecha, de descifrar instancias de locura, presagios,
Fantasías colgando del arado, de la fiebre de lo ansiado
En sus torres sin silencio, callando solo entre las lunas  sanguinolentas,
Silos envolventes que custodian mi torpe anhelo detenido.

miércoles, 2 de julio de 2014

Oposiciones para una noche terminal

Me enseñaba el valor de los moribundos
Que debía postular con celo de doliente,
Reparar los males causados en noches infestas,
Debía circunscribir mi diatriba hacia los saurios
Hacia seres terrestre quienes temían su propia sonrisa
Y que al final del camino una luna devoraba con fruición.
Juntaba papeles, rellenaba símbolos cruzados,
Estampaba mi sombra con una línea apagada
Y rezaba a nadie en particular, palabras y cigarrillos que partían sin más.
Concurso hacia el desvanecimiento de los cuerpos, la fatiga de las almas
Amar, amar, repetía esa vergüenza, cartas que parten sin decir nada,
Besos que nadan pueden contra los castillos subterráneos,
Las huellas de las criaturas sagradas,
La caminata desdichada y alegre, desde el comienzo heroico, de simplemente ver…
Otros pedían lo que en derecho les correspondía, intentando doblar los abismos,
Y de esos testimonios nadie informaba, ni sumariamente,
Mientras yo solo me cobijaba en apelaciones subsidiarias, a vanas instancias,
que poco desnudaban su mudez sin fundamento plausible.
Qué más da repetir el circuito de los penitentes, persignarse ya poco importa,
Lo que se urde tiene rostro de sueño, y llama en las noches su regazo materno,
Hermoso llanto que ya no puedo acallar, in articulo mortis, con vacíos juramentos.
El premio de la noche, está mi labio en la patria de su madre,
Cruzando hasta salones extraños, experiencias del azar, fatum insomne,
Mientras seres anónimos, cesantes en el precipicio ingrávido,
Sentencian esta y todas las vidas a perpetuidad,
Resolución firme, de fin de día, abrazo de medianoche
Hasta donde llegará mi retrato negro, una oscura pausa de funeral.

lunes, 14 de abril de 2014

Isla de abril

Abril, un cigarro en la plaza
Humo que se abre paso, una nube se exhala
Lluvia moldeando sus caminos despejados,
Su libro, campanadas sobre muchedumbres,
Cerveza que me acompaña en la mesa descompuesta
Un día de abril sin hojas que contar.
En la corazonada, en el atisbo,
En las voces que se decantan por el calor en la fogata,
Los ríos no cesan de acudir a su muerte,
Lagos sin alma, alma sin descanso, que vuela, sin dios,
Como una fantasía esculpida en la pared, buscando rostro,
En la pieza fría, en las sombras lejanas de un día ardiente.
Muelles que se desbocan hacia embarcaciones fantasmas
Mientras me levanto a pedazos, desde el agua, desde la llovizna,
Acrecentando esa tibia sensación de alivio sin remedio,
Para cubrir los árboles, despuntar sus círculos, incesantemente,
Como una desfiguración de la neblina, de las chimeneas humeantes,
Del vaho que corona su ciclo en las calles intransitables.
Recojo esa oración en los borrachos del terminal,
En los hombres y mujeres infinitos, desnudos, ansiosos de volver,
Por esa incomodidad expuesta que consume a la ciudad,
Incomparable a los campos sin cercos para la noche,
Al olor a leña que permea los cuerpos,
A los ladridos sin razón en la tarde, al ganado rumiando esperanzas.
Peces y cadáveres circulando por el centro
Hasta donde llego, de un abrazo desatado, a una imagen circunscrito,
A una nueva tempestad que celebra este reencuentro de fin de mundo
Porque en sus horas aflorará este sueño insomne
Y partiré hasta mi puerto, con la bruma acompañándome.

(Castro, abril de 2014)

viernes, 7 de marzo de 2014

Polillas en la mesa

Caen incrédulas, tímidas,
 Sobre la mesa.
“¿Para qué sirven
las polillas?”
Busco sus ojos, rastreo sus anhelos
Como si fantasmas nos sobrevolaran.
Para qué sirve sucumbir sino es para sembrar consuelo,
Para desplegarse hacia la luz insomne, entre sueños inventados
Como un trazo desesperado antes de marchar.
Dibujos en la sombra, mis manos se entreabren,
Seres muertos me dicen su nombre al oído, entre quejidos,
La desnudez es evadida entre la noche y el día,
Los ropajes devoran a quienes los portan como una dulce orfandad.
Puedo decirte algo al oído, mientras ellas turbadas abren sus alas,
Es hermoso saberse igual que ellas, persistir en la duda,
Y no obstante intentar besar la luz, entre viajes, muertos y partidas.
El amor nos consolará ausente, nos desnudará hasta la tristeza
Porque la felicidad es instantánea, servida en un café de mañana,
Cuando el dolor siembra las calles y los héroes se levantan,
Besan a sus hijos, parten al trabajo, a ganar esa cuota de felicidad,
La caricia al terminar la tarde, una sonrisa antes de embarcar.
Abre tus manos, abre sus alas, llévalas hacia sus frágiles lunas
De piezas ahogadas, de paisajes vacíos, de belleza atribulada,
Ellas creen en ti, aunque no atesores su fe,
Ellas esperan de ti esa bendición nocturna, ese inefable rito,
Esa palabra atascada en el vino negro de las horas
De saber en el consuelo que el amor vuela antes de parir sus carceleros.

viernes, 28 de febrero de 2014

Insomne

Un día escapé para verme en el mundo, insomne, los ojos abiertos,
La antigua patria repartida, mientras el sueño se escapaba como un golpe sordo.
Los ruidos adquirían una sinceridad implacable,
Capaz de cercenar con su mudez la rutina nocturna.
Dolor y espanto, chocando contra la sombra intacta,
Las olas rompiendo en pedazos mi cadáver fatigado,
Cuerpo varado en la ciénaga de la neurosis, en la futilidad sin tiempo.
Cavar, cavar, cavar sin hallar la calavera, la luna ocupando un sitio ajeno,
Las cruces atravesando islas oscuras, procesiones de un día abandonado.
En ese afán desprovisto de alma, de tiempo sin espera,
Esperando esa guarida segura, en que el suelo diga los nombres
Y ante las armas de la tierra se enarbole la pasión de los caminos
La sinceridad de los puentes, la sórdida belleza de los pueblos moribundos,
Hasta donde llegar, donde simplemente dormir, departir con sus fantasmas,
Agotar cada segundo en venerar a los abandonados, a quienes sufren,
Sin dobles intenciones, sin un arma en el baúl, el rostro desfigurado ante su sol.
Vadeando las esquinas, los encuentros de serpientes y viejas naves,
Acercando el oído al latido todavía humano, esas señales inconclusas en las llagas del atardecer,
La callada mirada que se entrevera al final de una cola interminable, del hambre,
De la vida desigual, la esclavitud y sus nuevas ataduras, sus marcas y herrumbres,
Sus piélagos abrumándonos como niños, como muertos, como ojos.
La voz tendrá paz al encuentro de su origen, mientras intento dormir,
La paz es una especie de bramido, un rito en el bosque sureño,
Un batir de alas, murciélagos al acecho, sangre y bilis de noctámbulos,
Voces que dirán mañana sus marcas, las mismas que seguiré hasta dormir, por fin.