lunes, 14 de abril de 2014

Isla de abril

Abril, un cigarro en la plaza
Humo que se abre paso, una nube se exhala
Lluvia moldeando sus caminos despejados,
Su libro, campanadas sobre muchedumbres,
Cerveza que me acompaña en la mesa descompuesta
Un día de abril sin hojas que contar.
En la corazonada, en el atisbo,
En las voces que se decantan por el calor en la fogata,
Los ríos no cesan de acudir a su muerte,
Lagos sin alma, alma sin descanso, que vuela, sin dios,
Como una fantasía esculpida en la pared, buscando rostro,
En la pieza fría, en las sombras lejanas de un día ardiente.
Muelles que se desbocan hacia embarcaciones fantasmas
Mientras me levanto a pedazos, desde el agua, desde la llovizna,
Acrecentando esa tibia sensación de alivio sin remedio,
Para cubrir los árboles, despuntar sus círculos, incesantemente,
Como una desfiguración de la neblina, de las chimeneas humeantes,
Del vaho que corona su ciclo en las calles intransitables.
Recojo esa oración en los borrachos del terminal,
En los hombres y mujeres infinitos, desnudos, ansiosos de volver,
Por esa incomodidad expuesta que consume a la ciudad,
Incomparable a los campos sin cercos para la noche,
Al olor a leña que permea los cuerpos,
A los ladridos sin razón en la tarde, al ganado rumiando esperanzas.
Peces y cadáveres circulando por el centro
Hasta donde llego, de un abrazo desatado, a una imagen circunscrito,
A una nueva tempestad que celebra este reencuentro de fin de mundo
Porque en sus horas aflorará este sueño insomne
Y partiré hasta mi puerto, con la bruma acompañándome.

(Castro, abril de 2014)