Ver, el mar,
detenerse
para ver,
ver para
callar,
o hablar, ante
islas lejanas,
hablar solo,
para
ahorrarse la molestia de mirarse de revés,
a través de los instintos,
desatando la lluvia de su velo instantáneo,
pobre mansedumbre
en ese mar que se repliega junto a la propia imagen,
intensidad llevada a su fuente, pasión,
furia ahogada,
cruces
esculpidas en la carne,
signos
ciegos de amor,
cruz y fuego en las manos,
un milagro
mientras nos detiene la lluvia,
y al final
de este canal,
en una luz desperdigada contra el matiz de una
mañana,
desembarcas, mar y alma,
asumiendo a
perpetuidad el trono húmedo,
siluetas de
otros tiempos reflotan, botes vacíos en
el muelle,
magia que el
silencio desvanece en jirones de viento,
mientras
anclado a la espera me detengo
y ,enceguecido
y perdido, pretendo anudarte a la nave,
como un sueño
que la corriente arrebata a su destino.