lunes, 29 de junio de 2015

Tercera Ciudad

Quiero mirarte a los ojos hoy antes de despertar,
Quiero vaciar la noche de su vientre negro
Ver nacer su río en las calles estrelladas
Desviarme ante los acantilados de mi tercera ciudad,
Alma de piedra, con manos y pasajes
Rostros que se esfuman y aparecen en insólitos rincones.
No sé cómo llamar esos campos muertos que florecen
Cadáveres encandilados con la vida
De alegrías breves como bocanadas junto a un mar embravecido.
Pueblo tejido de desvíos, de refugiados del tiempo,
De soldados derrotados y mujeres desveladas,
De caminos estrechos y avenidas cortadas de raíz.
Ante las luces ciegas de mi tercera ciudad
Aun pasmado ante sus torres derruidas
Solo quiero ver amanecer tus ojos  sobre ella
Cuando ya no podamos abrirlos más
Agolpados a la oscuridad como niños temerosos
Para encontrarnos entre sombras con el hambre a cuesta
Sed y sangre, latidos en tu tierra cuando la lluvia suba desde el cuerpo
Y las nubes ennegrecidas jugueteen sobre todas mis plazas solitarias.

Sin nada en los bolsillos

Sin nada en los bolsillos,
Sin ningún documento,  sin un nombre que cargar
En la playa mientras la luna a duras penas se erige sobre la roca
Recolecto pequeños fragmentos en las guaridas de la noche,
Cuerpos que han dejado su huella en el filoso viento austral.
Resaca que nos devuelve el regalo de la muerte,
El labio sangrante, las manos aun cortadas, sabor dulce y ácida visión,
En el que se reproduce el calor tan próximo y lejano,
En la cama que aun cobija los cuerpos en sus formas
Mientras sus fantasmas avanzan en la sombra calurosa
Con su reguero de marcas, medicando el hundimiento iluminado,
Hacia ese regreso que tan lejano se advierte entre edificaciones silentes.
Tan cercanos y tan próximos, espejismo que tan pronto parte y vuelve,
Cuándo tendré que unir sus iniciales, escribir nuevamente ese nombre
Que tiene de nosotros como de sudor, sueño e intemperie
Lágrimas y voces apagadas, risas y esperanzas al acabar la tarde.
Tardes sin terminar, noches clavadas a tu cintura como un giro vital sobre la niebla
Círculo que describen mis manos ansiosas cada mañana.
Cuánto de esto puede escribirse después de abandonarnos
Esa pausa mortal que aniquila la rutina con esa perfidia lóbrega y real.
Toma  mi nombre entrecortado, escucha tu voz en mi oído ciego
Y podremos partir desde la playa muerta, hacia esas lunas inacabadas,
Sin nada en los bolsillos, desnudos ante la lluvia invernal, solo para perdernos.