Sobre la
pared de la celda se tatúan uno a uno los segundos
Mientras
nubes negras inseminan sus máquinas bastardas.
La humedad ya
aguarda en cada sombra abandonada
Por amos
que se venden en pedazos a sus bestias.
Relámpagos
que agotan sus monedas
En el juego
de iluminar
De conectar
tentáculos, de unir señales
De romper
de golpe los sellos y coserlos nuevamente.
Las gotas
delatan la cuenta regresiva,
Al negro
esqueleto de la noche que se tiende en los cerros,
El que, sin
ver, cargamos sobre los hombros lacerados.
Llueve
definitivamente, como una condena,
Concepción
se ahoga en el refugio de sus muertos
Y la ciudad
nos abandona para siempre, secuestrada por tormentas.
Caminar es
un acto de heroísmo ciego,
Contener el
aliento contra la espuma del vacío,
Contra los
ríos rebelados ante sus cauces marginales
Arremetiendo
contra el fuego fatuo
Que, entre
risas y lágrimas, alguna vez llamamos hogar.
La Cruz del
Sur, fantasma de una fiesta olvidada,
Atraviesa
con sus penitentes el muro de su soledad
Y ante el
escenario de la espera, todos comulgamos,
Abrimos la
boca para beber de sus gotas,
Cruzando la
bruma para abrazarnos ansiosamente,
Huérfanos
de la estrella del martirio
Rompiendo
el mecanismo que creó para iluminarnos,
Seres
extirpados del cielo de un ocaso,
Como
lámparas apagadas del rocío, esperando la sangre que no brotará.
Lagunas
siniestras observan el regreso, y los sedientos desbordan los bares,
Abriendo alegremente
los párpados de sus miserias
Ante una
sombra honda, telúrica, fantasmal
Que ni el
sorbo del amado sacrificio podrá menguar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario