sábado, 30 de septiembre de 2006

Campaña por la Inutilidad

La Vanguardia Antiutilitarista por el Goce, la Ociosidad y la Subversión (V.A.G.O.S.) de la cuál soy el vocero, por decisión “unánime” de su consejo, cuyo único integrante aún vivo soy yo (los demás cayeron en combate), ha decidido emprender una escalada violenta contra el sistema, que ha agudizado su marca mercantilista inundando lo humano y lo divino. Esta escalada, que para atrapar la atención de los moderados también hemos llamado “Campaña por la inutilidad” , espera que quienes estén hartos del mercantilismo, la deshumanización y el pesimismo de diversos sectores interesados y compensados que le hacen el juego a los monopolios de chupasangres que nos chantajean, se sumen al esfuerzo de nuestro grupo para demoler desde sus cimientos este sistema.
Este sistema profita de una cultura del trabajo o más bien, de una cultura de “trabajólicos”, siguiendo las viejas enseñanzas protestantes del culto al trabajo (léase de Max Weber “La ética protestante y el espíritu de capitalismo”) cuyas consecuencias malignas se manifiestan en pérdida de vida familiar, de momento de descanso, esparcimiento y reflexión, de tiempo para amar y regalonear. Ante ello predicamos la realización consciente y revolucionaria de actos inútiles, gestos disarmónicos destinados a interrumpir, aunque sea por momentos, la corriente del mercado que arrastra todo y a todos. Por actos inútiles entendemos aquellos gestos o comportamientos que no persiguen un fin mercantil o utilitario directo, eso es, que no se hacen por plata o para obtener una retribución en bienes o servicios. Entendemos que aún tras gestos en principios gratuitos finalmente el donante o voluntario recibe una satisfacción o retribución, una compensación sicológica, un aminoramiento de su sentimiento de culpa u otros modos de autosatisfacción, y que eso puede ser visto por los pesimistas como otra faceta del mercantilismo (podrían pensar, por ejemplo, que a través de esos medios se evita una visita al psicólogo, y eso es plata a fin de cuenta). Sin embargo, los que acá destacamos son aquellos actos que nacen sin mayor planificación y fuera de toda labor de propaganda mediática (cuantas campañas “voluntarias” no pasan de ser burdos lavados de imagen) ya que nuestra rebeldía pasa precisamente por escapar a la desesperada necesidad de sentido o utilidad, por lo que especialmente rehuimos ser parte de la cadena productiva (que es lo que pretende hoy darle sentido a todas las cosas, y también al ser humano: sólo valemos por lo que producimos).
Basta con estas palabras para echar a andar esta campaña. Porque, conviene aclarar, además de ser un grupo antiutilitario somos reacios al pseudointelectualismo. No se tome esto a mal, no queremos en esto parecernos a los neoliberales que alimentan con su antiintelectualismo sus facetas “simpaticonas” y populistas. Es más bien un rechazo a la teorización vacua. En otras palabras, leemos, tomamos algo de aquí y de allá, trazamos algunas líneas y seguimos, no nos quedamos pegados, somos inútiles ante y para todo. Pensamos ( quizá es un consuelo) como Neruda “Libro, cuando te cierro / abro la vida...” (si, es contradictorio que nos apartemos de los libros citándolos, pero asumimos de antemano esas contradicciones pues son ellas las que nos impulsan a ser cada día más inútiles, más contradictorios. Walt Whitman decía: “¿Que yo me contradigo?./ Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué?/ (Yo soy inmenso, contengo multitudes.)”).
Ya, me aparte del punto central por hablar huevadas (mis compañeros vendrán a penarme por esto). Para finalizar, y a modo de ejemplo, incitamos a realizar actos como los siguientes:

  • Abrazar a la / el primero que se cruce en el camino
  • Dar un beso a nuestros seres queridos antes de cada comida
  • Escribir un poema
  • Caminar para atrás para llegar más rápido
  • Sentarse en una banca de una plaza esperando la noche
  • Amar, en todos los sentidos, en todas direcciones
  • Tomar un microbús cualquiera sin importar el recorrido ni su destino
  • Creer en Dios
  • Plantar un libro, escribir un hijo, tener un árbol
  • Mirar horas y horas a través de las ventanas.
  • Dárselas de filosofo en estado de ebriedad
  • Escribir en un blog
  • Dar las gracias, saludar afectuosamente
  • Calentar la sopa y no tomársela
  • No creer en Dios
  • Apagar la tele antes que ella lo apague a uno
  • Dar una patada en el culo a los tontos graves (autopatada en su caso)

¡¡VIVA LA REVOLUCION DE LOS INÚTILES!!

Subcomandante Andrés

martes, 19 de septiembre de 2006

Patéticos Amaneceres

Nueva versión de mi página "Patéticos Amaneceres"

Mis poemas en pdf

Estos poemas los escribí entre los años 2000 y 2005. No están unidos temáticamente, son poemas dispersos, simples lagunas de introspección sin mayores pretensiones. Lo une un método quizá, una búsqueda común. Pero nada más.
No son, pues, más que testimonios. Son la historia fragmentada de un proceso. Una historia balbuceada por el condenado, casi una confesión. Un juicio en que el Inquisidor impuso sus penas apenas comenzada: gran parte del proceso es tan sólo un simulacro.
Las audiencias nocturnas (inútil lugar de la defensa) se prolongan por años. El martillo de cierre es un rayo de luz, dónde los amaneceres atestiguan el fracaso.
Una falsa oscuridad atraviesa estos trece poemas. Desnudarse es un acto de valentía doloroso y siniestro. Volcar la mirada hacia el horror de los absurdos, de miserias y torpezas, aquello en lo que precisamente no deseamos reparar. Por eso quizá la noche, donde la vergüenza cede. Pero cuando comienza un nuevo día......