sábado, 16 de agosto de 2008

Sin solución de continuidad

Echó antes una ojeada. Segura, empezó luego a caminar hacia un destino que no tenía claro pero que adquiría forma a medida que se aproximaba a él. Era una animita. Su mirada comenzó a divisar las borrosas líneas que enlazaban su cuerpo con lo que la rodeaba, sin solución de continuidad. Una continuidad entre sus dedos desnudos que estiraba para acariciar la helada loza del altar y aquella frialdad. La división apareció más bien como un invento para avanzar, más no trascendía. La gelidez todo lo inundaba. Así como solía caminar, pensó, nuevamente buscaba plenitud sabiendo de antemano el fracaso de esa búsqueda en el marasmo de aquella única sensación. “Pero se camina aunque sea un viaje sin destino. Un camino circular”, leyó en voz alta.

Arrodillada ante el pequeño altar, se persignó. Tomó otra vez el viejo escrito y leyó :

“Todo viaje hacia lo sagrado no es más que una peregrinaje hacia el abismo del propio espíritu. Si una luz dibuja sus contornos con mayor claridad, es la encarnación de deseo por la plenitud. Dios no es más que aquella parte de mi que aspira vanamente a lo Absoluto”.

Tras esas palabras sintió el viento frío atravesando con más fuerza su cuerpo. Asomó entonces frente a ella el escenario, aquel paisaje difuminado contra la oscuridad de un mundo incierto en el reverso de las sombras, que jamás se le habría de revelar. Aquellos espectros nada debían importar para ella, eran seres de un mundo imposible. Pero si ella era quien latía en cada cosa, las preguntas no terminaban de agobiarla. ¿Por qué había sido condenada a tal castigo? Miró la humilde animita, a cuyos pies había un sucio florero colmado de claveles secos. Leyó una vez más. Ella era el muerto atado al recuerdo. Sus sentidos ahora no eran capaces más que del absurdo, del ahogo bajo metros de tierra que unas cuantas palabras ordenaban y que le impedían emerger tras el sacrificio. Se esfumó de golpe el viejo escrito para ir a posarse a otras manos: un nuevo clavel seco adornaba el santuario, dando gracias por los favores concedidos.