lunes, 31 de octubre de 2011

La iglesia de piedra

Cobquecura, Chile

Perpetuando los surcos
de la helada noche desplegada en los párpados
robando a la tierra rastros milagrosos
ánimas entre las olas y los muertos
yendo y viniendo sobre sí mismos
como el regreso del padre a su guarida solitaria.

Porque con la venia del señor
sus vidas fueron cercenadas
y abierto nuevos surcos, nuevas figuras en las rocas.

Y el peregrino que arrecia con la alta marea
bajo los espinos y el sol de medianoche
contra el silencio y el abandono
de los diversos círculos que cierran las aguas:

al fondo, al fondo de las marcas
niños, hombres y mujeres devorados
sombras contra los túneles de sombras
peces dibujando cruces, fantasmas persignándose
en el reflejo salado de su espejo,

los caminos que se fugan a la profundidad del mar
abriéndose paso entre las frías rocas
como el último suspiro
del entumecedor abrazo de la madre en su hogar abandonado.