viernes, 24 de noviembre de 2006

El enano


Nota: Este cuento lo escribí hace unos siete años. Con él obtuve el segundo lugar en un concurso de cuentos organizado por la Dirección de Servicios Estudiantiles de la Universidad de Concepción el año 2003.

Cuando se bajó la vieja que iba en el primer asiento, el chofer subió el volumen de la radio. Una cumbia pegajosa invadió todo el microbús. Entonces el enano no resistió más. No bastaba mirarla por el espejo del chofer, tenía que asomarse a verla de frente, por lo que se paró sobre el asiento y con los brazos apoyados en el respaldo llamó a la muchacha que iba sentada dos puestos mas atrás. Eran los únicos pasajeros que quedaban.

- Ven, ven un ratito. Te voy a dar algo.

La joven sonrojada ante el llamado no atinó a nada. Permaneció un momento mas en su asiento, pero cuando el enano hizo un ademán de bajarse del asiento y dirigirse hacia ella, quiso ir hacia donde estaba el chofer, pero el enano rápidamente se interpuso en su camino abriendo sus brazos.

- ¡Adonde quiere ir, mi reina!

La muchacha atemorizada corrió hacia la puerta trasera del autobús y tocó el timbre para avisar al chofer, pero éste entonando sus cumbias no le oyó.

- ¡La puerta!- gritó mientras golpeaba la puerta con las manos.

El chofer entonces bajó el volumen de la radio y frenó violentamente. El enano rodó por el pasillo del autobús, pero al instante se puso de pie y corrió tras la joven, la que de un salto bajó del vehículo. El autobús partió de pronto y el enano decidido se lanzó por la puerta, como un verdadero superman, golpeándose fuertemente al caer contra el pavimento.

La muchacha que escapaba corriendo escuchó el impacto y se detuvo. Al observar un bulto botado en la calle se acercó y vio al enano agonizando que gemía como si tratara de decir algo. Con temor lentamente se aproximó más aun y se arrodilló junto a él. El enano con dificultad movió su cabeza destruida para mirar el rostro de ella que apenas se notaba por su largo cabello, sus piernas desnudas, su minifalda que al arrodillarse dejaba ver mucho mas que las rodillas. Con esfuerzo estiró su corto brazo hacia ella, la que creía que él le daría la mano. Sin embargo, la mano del enano no pudo resistir la tentación escondida entre esas piernas, y la muchacha gritó, viéndolo morir cuando su cara parecía soltar una sonrisa.

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