lunes, 28 de diciembre de 2009

Atardecer del Quinto Sol

No reinan en el epílogo los rayos de un sol a media luz
Ni la fulgente razón de los dichos de los muertos.
La caída tiene su propio latido
Espuma que va y viene por cada ofrenda moribunda
Por cada beso derramado en la corona dolorosa
Por cada pan abierto en señal de bienvenida
Porque la raíz pare su fruto negándose ella misma
Y todavía así nos entrega su dulzura.
Caerán todos los astros en nuestras manos rotas
Cogeremos sus pedazos para atarnos a sus cadenas celestiales.
No habrá nube ni anuncio ni partida.
Morirá el astro ante nosotros
Dentro de cada vaso beberá su muerte nuestra sed
Cada copa alzará su sangre desnuda, aún tibia
Esperando el amanecer cargado de difuntos.
No podía ser otro su nombre
Luna o sol que perece en sacrificio
Porque el llanto del mesías morirá en el regazo de su propia noche
Y tras dormir abrirá sus ojos y veremos por primera vez el mundo.

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