domingo, 26 de diciembre de 2010

Fin de día

Cuando el cansancio me dice que no debo confesar,
Cuando vuelvo y no pienso más que en lanzarme contra el suelo
Cobrar todas las culpas, llorar los dormitorios, mirarme por el reverso.
Cuando la ciudad no lleva más que a sí misma
Y hasta el más repugnante pasaje es un laberinto sin nombre.
En fin, cuando acaba el día de su propio malestar
No voy al baño y le cuento los secretos a la sombra
No soy el pedazo de rutina encadenado a una silla o una frase repetida cien, mil veces.
No soy en ese instante nada bueno que merezca un poco de piedad
Una limosna que da el día a la noche en señal de abandono.
Soy el despojo de una máquina que ha parado de matar
Y cobra sus facturas a los zombies que merodean su guarida nocturna.
Porque teníamos razón en colgar nuestros cuellos a las ramas de los sueños
Como si despertar fuera morir y luego dormir eternamente.
Ya nada cumplió su ciclo y el cliché de los años ha hecho su parte.
Maldigo, cansado y harto el arma que no disparó su arte contra el suelo,
Urdió su pelaje gastado y se lanzó a la selva a cazar sus estrellas.
Hoy, por hoy nada, nada urge tanto como descansar
Y no quiero mirarte asaltada en la televisión
No quiero saltar una orilla de la cama y esperar desconsolado el pronóstico del tiempo.
Cuando ya no doblé la esquina, no utilicé mi equipaje,
Cuando el vehículo chocó contra su dueño, quizá más duro que aquél,
No queda más que beber hasta la última gota del veneno casero,
Ese placer culpable agolpándose atrás de la puerta,
Mirarse luego a la ventana
y simplemente gritar de puro gusto que el sol tiene ese maldito afán por asomarse cada ciertas horas.

No hay comentarios.: