viernes, 28 de febrero de 2014

Insomne

Un día escapé para verme en el mundo, insomne, los ojos abiertos,
La antigua patria repartida, mientras el sueño se escapaba como un golpe sordo.
Los ruidos adquirían una sinceridad implacable,
Capaz de cercenar con su mudez la rutina nocturna.
Dolor y espanto, chocando contra la sombra intacta,
Las olas rompiendo en pedazos mi cadáver fatigado,
Cuerpo varado en la ciénaga de la neurosis, en la futilidad sin tiempo.
Cavar, cavar, cavar sin hallar la calavera, la luna ocupando un sitio ajeno,
Las cruces atravesando islas oscuras, procesiones de un día abandonado.
En ese afán desprovisto de alma, de tiempo sin espera,
Esperando esa guarida segura, en que el suelo diga los nombres
Y ante las armas de la tierra se enarbole la pasión de los caminos
La sinceridad de los puentes, la sórdida belleza de los pueblos moribundos,
Hasta donde llegar, donde simplemente dormir, departir con sus fantasmas,
Agotar cada segundo en venerar a los abandonados, a quienes sufren,
Sin dobles intenciones, sin un arma en el baúl, el rostro desfigurado ante su sol.
Vadeando las esquinas, los encuentros de serpientes y viejas naves,
Acercando el oído al latido todavía humano, esas señales inconclusas en las llagas del atardecer,
La callada mirada que se entrevera al final de una cola interminable, del hambre,
De la vida desigual, la esclavitud y sus nuevas ataduras, sus marcas y herrumbres,
Sus piélagos abrumándonos como niños, como muertos, como ojos.
La voz tendrá paz al encuentro de su origen, mientras intento dormir,
La paz es una especie de bramido, un rito en el bosque sureño,
Un batir de alas, murciélagos al acecho, sangre y bilis de noctámbulos,
Voces que dirán mañana sus marcas, las mismas que seguiré hasta dormir, por fin.

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