A Mariana
Abro descalzo puertas quebradas, vidrios en el sueño
Flores y heridas por
doquier en esta primavera rota
Se ilumina el escarchado refugio del alcohol como fuego
fatuo
Sin desconocernos como sus cómplices tardíos.
Amanece la noche en esta calle baldía
Vienes a mi lado, estamos hechos a imagen y semejanza de esta noche
Y nos amamos porque amamos esta muerte de comienzo a fin.
Sé que tu rostro claro está abierto para iluminar
Y tus ojos que se esconden en tu pelo húmedo
Me dirán ese secreto negro que es tu sonrisa tras el amor de
golpe.
Sangre junto al fuego, ardemos como lobos en una pradera de corderos,
Dioses clavados a esta mano tuya, mía, nuestras manos
clavadas,
Blasfemia rebelde
antes que el frío nos paralice hasta la vida.
Los caminos enceguecen, la oscuridad atormenta al sol de la
penumbra,
El vaivén inexacto de los árboles australes agitados por un
viento hondo, funeral.
Poseo ese calor mordiendo mis venas, resquebrajando mis
manos,
Porque te tomo y me quiebro y tú hecha trizas te mezclas con
mis restos en el suelo.
Somos ese puzzle inacabado, bajo la lluvia insomne, esa furia
que trasluce otros símbolos
Esa cadena lúgubre y divina, ese astro incierto, bello, el
destino y su encrucijada
La maraña del atardecer de invierno entre rayos ciegos y nubes
que se escapan.
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