lunes, 2 de abril de 2007

Paradoja

Uno de los primeros relatos que escribí, hace ya varios años.

Ahí está el maldito. Ahí está, como siempre, escribiendo en su escritorio sus pequeñas historias para venderlas a sus congéneres. Ahí está la espuria criatura que ha sido capaz de remover las cenizas para lograr sus míseras ventajas humanas. Escribe ensimismado sin siquiera vislumbrar lo profundo de la herida que ha abierto. Con sus libros, parece un niño jugando a ser adulto. No me explico como este insignificante ser fue capaz de romper la quietud. Miles de años se han abierto de repente a los ojos del pasado y todo por esto, este miserable gusano. No se como me molesté en venir aquí, a verlo, a presenciar tan increíble paradoja. El sueño que creía eterno ha finalizado. Yo, yo que luché por lograr mi encierro, que mutilé tantas vidas en nombre de Ethaí y que destruí de la manera más despiadada. Aun así, logre dominar mi sed de sacrificios y busque ayuda en los hombres para detener la matanza. Confié en ellos. Sus invocaciones constantes han logrado mantenerme en la profundidad de las montañas mas inhóspitas del planeta. Pero todo ha caído, todos estos milenios no han servido para nada. La dedicación de miles de hombres ha sido en vano. Las generaciones que han logrado mantener firme el sello de Kerkan fueron inmoladas inútilmente. He vuelto, a muy pesar mío he vuelto.
¡Y que increíble!. Esto que tengo frente a mi ha decidido la destrucción de su propia raza, ha decidido el final de esta era. Sé que esta quietud que me embarga no durará mucho porque mi hermano pronto despertará. Desde que compartimos el mismo cuerpo la desgracia ha reinado la Tierra. Desde que en la lejana época del Imperio de Zethu la magia de las Sombras nos golpeó con esta maldición no ha habido paz. Mi hermano es el ser más terrible de los nacidos en la era pre humana. Su ira ha hecho desaparecer civilizaciones enteras y su culto ha sacrificado muchos inocentes. Y lo peor, es mas fuerte que yo.
Es imposible, ahí está el parásito que rompió el sello de nuestra celda, ahí está el infame que abrió el sarcófago maldito. Su afán de adentrarse en nuestras montañas lo ha hecho el descubridor del gran secreto que ahora quiere revelar, sin reparar que aquellas tumbas encerraban más que unas viejas tablillas. Y está frente a mí, traduciendo a su primitivo dialecto lo que se le antoja una maravillosa leyenda. ¡Qué desgraciado destino!
¡Ja!. Y que cara pone este humano. Se dio vuelta y me ha visto. ¡No aguanto mas , esto es demasiado! Su rostro es el de una rata, sus gestos son bastardos, es un bastardo. ¡Aaaaahh! Jamás atravesó por su cabeza, que ahora tengo sangrante entre mis garras, un pensamiento superior al de su diminuta existencia. ¡Aaahhhh! ¡No se porque he venido aquí, por qué empezaré aquí!

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