miércoles, 19 de octubre de 2005

Vulgar

Palabras de un diletante

En lo que escribo no tengo el menor ánimo en reconocer al patán que soy a diario. Ese bastardo y mediocre no merece ni el desprecio. Si escribo es para imaginar, para soñar y ver mis otros rostros, siempre ocultos bajo las sábanas falsas del día. Lo hago volcando mis ojos hacia adentro y ahogándome en el refugio lánguido de la oscuridad. No soy un tipo siempre triste a diario y quienes leen mis textos piensan que soy otro, como si tales mamarrachos no fueran míos. Nadie conoce al otro realmente, siempre hay un océano que nos distancia aunque estemos hechos de las mismas aguas. Es indudable que me valgo de mi experiencia diaria para crear, pero más de las sensaciones que he tenido. Hay una raíz humana en ellas, sin duda, que permiten ligar dos seres en el acervo común del dolor y la esperanza. Pero aún así hay terrenos no descubiertos, maneras de navegar y sumergirse en las corrientes únicas que en sus infinitas combinaciones nos crean y destruyen. Hasta allí llego, sin afán de originalidad aunque si de autenticidad, tarea que no por tan pretendida es fácil de alcanzar. Uso a veces un lenguaje poco común (especialmente en poesía) que linda con lo siútico y el lugar común. Quizá, a lo mejor es solo impresión mía (soy mi peor enemigo). A lo mejor eso agranda la distancia entre mi yo-ordinario y mi yo-seudocreador literario. Pero como dije, es porque aspiro a otra realidad armada de trocitos de la realidad común y no todo los trajes me sirven para el viaje.
Soy, pues, un sujeto absolutamente vulgar, inculto y hasta picante. Me importa un coco, jamás me han gustado las imposturas. Es lo que hay nomás.

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