viernes, 28 de octubre de 2005

Diálocos: la magia de leer

Dentro de las cosas hermosas que brinda la lectura está el observar las mágicas relaciones que se establecen entre los textos que permiten descubrir elementos comunes o asombrarse ante pensamientos convergentes o complementarios, reconstruir historias o encontrar sustento a algunas ideas que pueden nacer en el lector. Se presencia entonces un verdadero diálogo entre obras de diversos autores. Por cierto, estos diálogos de locos, o simplemente “diálocos”, se plantean sin quererlos, es decir, sin que uno haya decidido indagar en un tema, sino que simplemente lecturas reciente remiten a otras simultáneas o anteriores y abren espacio a la curiosidad. Por ello lo mágico. Así estos días he estado leyendo cosas tan diversas como “Ni por mar ni por tierra” de Miguel Serrano, “El cielo de esmalte” y “ Las formas del fuego” de José Antonio Ramos Sucre (notable poeta venezolano), un par de ensayos de Armando Uribe reunidos en un mismo libro, titulados “Del fantasma de la sinrazón” y “El secreto de la poesía”, “Pavana del gallo y el arlequín” de Carlos de Rokha, “Destierros y tinieblas “ de Miguel Arteche, algunos artículos de Jorge Teillier. Como se puede apreciar, la mayoría autores chilenos.
Por ejemplo, últimamente he presenciado las siguientes relaciones, quizá algunas descabelladas, pero en fin:
I).En un posteo dejado en este blog que titulé “Leyendo Poesía” expresé que “la poesía exige el silencio y ya sólo ese silencio es difícil en un mundo de bullicio. Es un silencio interior, un volcamiento sensorial hacia el planteamiento poético en afán de aprehender lo que va “mas allá de las palabras” que es lo esencial de la poesía en mi opinión, lo no expresado, lo sugerido con los versos”. Pues bien, lo anterior lo escribí sin haber leído antes el discurso de incorporación a la Academia Chilena de la Lengua de Miguel Arteche, donde con mucho más claridad y tino expresa: “Hemos perdido el silencio. El hombre de nuestros días ya no sabe estar en silencio. Y he aquí, entonces, que se producen las fugas. El hombre sale del planeta y se prepara a iniciar la conquista de su satélite y de los otros puntos avanzados del sistema solar: quiere desaparecer en el espacio cósmico, o buscar algo que se le ha perdido, o iniciar el duelo prometeico con la divinidad. El hombre en fuga, obsesionado por lo sensacional, rechaza la poesía y la oración” (1)
II).En un libro de Jacques Sadoul llamado “El gran arte de la alquimia”, cuya primera edición en español es de 1977, hace un breve repaso de la historia de aquel arte. Al tratar de la alquimia egipcia y alejandrina hace referencia a la famosa “Tabla de Esmeralda” de Hermes Trismegisto señalando: “ En esta Tabla de Esmeralda hallamos los dos grandes principios de la filosofía hermética, a saber, la unidad de la materia (todas las cosas han nacido, por adaptación, de esta cosa única), lo que es un concepto científico que sólo nuestro siglo ha conseguido demostrar, y, por otro lado, la unión del microcosmos (es decir, el hombre) con el macrocosmos (es decir, el Universo), que viene indicada en la frase “Lo que está arriba es igual a lo que está abajo”. Esta doctrina metafísica es el fundamento de la astrología, así como de la alquimia, pero no es admitida por la ciencia moderna, al menos en su actual de progreso”. Sin embargo, al parecer este último principio ha encontrado respaldo en la ciencia actual. Asi Arteche en su conferencia “Algo sobre el arte de la Poesía” (2) comenta: “ Los físicos, que son personas que aman la poesía dicen que “el experimentador no solo observa un hecho, sino que lo altera por el sólo hecho de observarlo”. Un físico, Wheeler, agrega que “debemos reemplazar el término observador por el de participantes” Agreguemos: no miramos el mundo, participamos de él. No estamos solos. Los que creen que están solos no saben que “los que nos rodea, valga la paradoja, somos nosotros”. El microcosmos es lo mismo que el macrocosmos. Esto es lo que plantean los físicos (....) y es mas o menos, lo que le ocurre al poeta. El poeta está ligado a todos, y el poema, además de ser un puente, es otro pequeño mundo que existe porque esta unido con el mundo” Encuentro además en esto cierta correspondencia con cuestiones planteada en “El retorno de los brujos” y algunos ensayos de Mircea Eliade sobre la alquimia. Debo reconocer que la alquimia es un tema que me atrae pero no he podido dedicar el tiempo necesario para investigar con acuciosidad. Me atrae más que la técnica la concepción humana, el alcance espiritual de esta conversión que no es solamente la de metales simples en oro, sino la del hombre en un espíritu superior. Los orígenes de la alquimia entroncan con formas de pensamiento antiquísimo que esconden a su vez aspectos significativos de la mente, del alma del hombre. En este sentido me interesaría leer “Psicología y Alquimia” de C.G. Jung y “Herreros y alquimistas” de Mircea Eliade. Tarea pendiente.
III).En el ensayo de Armando Uribe denominado “El secreto de la poesía” desarrolla la tesis de que la poesía auténtica es un medio entre el inconsciente del poeta (incluyendo el colectivo) y el objeto escrito y oral que es el poema. Para ello hace un repaso breve sobre el tema tratado desde la antigüedad y llega a afirmar que la proporción en que lo inconsciente se presenta sirve para distinguir la buena de la mala poesía. Agrega que la propia técnica del verso es lo que introduce en la forma de poema lo inconsciente reprimido y primordial. De nuevo Arteche afirma, a su vez, que “ del sueño o profundidad de los sueños viene el poema, aunque el poeta no lo sepa; o del oficio, que es lo que permite al poeta terminar su poema definitivo, no importa cuantos cabos sueltos haya anudado. De allí, de esa profundidad, vienen las formas. El poema trae ya su forma; llega viable con su forma; y la peor equivocación que el poeta puede cometer es equivocar la forma, esto es, cambiar la forma que a él venía”(3). Por último, una anécdota que cuenta Teillier sobre Saint- Pol Roux, que colocaba un letrero que decía “el poeta trabaja” cuando se iba a dormir (4)
IV). Jorge Teillier afirmaba que “La poesía actualmente es un acto de rebelión, porque escribir es antiutilitario y, por tanto, antiburgués. Por algo se considera locos a los poetas”. Esto, si no me equivoco, lo leí en “Conversaciones con Jorge Teillier” de Carlos Olivares. (o quizá en un libro que recopilaba entrevistas al poeta titulado “Entrevistas con Jorge Teillier”, no estoy seguro) Leyendo el prólogo de “Elegías” de José Domingo Gómez Rojas, reeditado por la Universidad de Concepción en su serie “Cuadernos Atenea”, en el prólogo Mario Rodriguez nos remite a Michel Foucault y su libro “Vigilar y castigar” donde reflexiona sobre el por qué se sitúan en una misma línea la inutilidad del loco y del poeta dentro del proceso modernizador capitalista, por tratarse “de cuerpos indóciles, improductivos en la eficacia de sus movimientos y en la economía de su organización interna”.Una aclaración: llegué a Domingo Gómez Rojas porque tal es el nombre de la editorial del Taller Literario de Trabajadores “Mano de Obra”, taller en el que participé un par de años (dejé de participar porque de trabajador no tengo nada, si que apenas encuentre pega volveré, si es que me readmiten y becan por supuesto) Un día revisando la Biblioteca de Hualpén me encontré con las Elegías y no pude menos que seguir mi curiosidad. Nota aparte merece la vida y obra de este poeta chileno casi olvidado, aplastado literalmente por las más espurias armas del sistema. Sin embargo, su poesía sobrevivió a las miserias a que fue sometido siendo su voz un signo imborrable de consecuencia.
V). Giacomo Leopardi: Ha sido nombrado en varios de los últimos textos que he leído. Por ejemplo, J.A. Ramos Sucre destacaba en una de sus cartas que lo compararan con este poeta italiano. Por otra parte, en “La Invención de Chile”, libro que recopila cuentos relatos, poemas y notas sobre Chile de grandes autores dela literatura universal que jamás visitaron nuestro país (cuya edición, dicho sea de paso, correspondió a Armando Roa Vial y a Jorge Teillier), aparece una corta nota de Leopardi en que se refiere brevemente a estas tierras. Una verdadera invitación a leer algo más de Leopardi de lo que resumen las enciclopedias.
VI). Una relación algo antojadiza: Cuando leí “Miserere” de J.D. Gómez Rojas (uno de sus poemas más conocido, recogido en varias antologías), sus versos finales (“Y quizá la muerte que nos hiere /también tendrá su muerte. ¡Miserere!”) inmediatamente me recordó a los “Mitos de Cthulhu” de H.P. Lovecraft en su famoso pareado que tendría su origen en el Necronomicón : “Que no hay muerto que yazga eternamente, y con ciertos eones puede morir la muerte”.
VII). Los compañeros del Taller Literario me manifestaron que estas “relaciones mágicas” entre textos llevado por distintos asistente en la sesiones era algo que solía presentarse con determinada frecuencia. En cierta ocasión uno de los reunidos mencionó a Dylan Thomas preguntando si alguien sabía o tenía algo de él y justo en ese momento tenía en mi mochila la “Poesía Entera” de Eduardo Anguita en cuyo prólogo hay una breve cita al poeta inglés.
VIII). En otra sesión, el poeta Omar del Valle leyó en una sesión del taller un artículo de la Revista de Libros de El Mercurio sobre una chilena que fue una verdadera mecenas de importantes artistas en Francia a comienzos del siglo XX. No recuerdo su nombre, pero me acordé de ese artículo a propósito del libro “La invención de Chile” antes citado en que aparece un relato del poeta francés Blaise Cendrars titulado “El santo desconocido” que trata (sin nombrarlo directamente) del conocido Fray Andresito, de cuya historia habría tomado conocimiento de “sus hermosas amigas chilenas” entre las que debe estar aquella dama que lo apoyó precisamente, como señalaba el artículo del diario, durante algún tiempo.
IX). Michel Foucault: Nunca he leído algo de él salvo citas y notas, pero en tres textos sucesivos he encontrado referencias a libros de este autor: en “Chile Actual: Anatomía de un mito” de Tomás Moulian, que estoy empezando a leer; un artículo de María Nieves Alonso sobre Teillier (creo que en Atenea) y en el mencionado prólogo en la nueva edición de las Elegías de J.D. Gómez Rojas. Una invitación a leerlo, como a Georges Bataille y otros autores que tengo pendientes.

Cada lectura abre más espacios de lectura. No creo que un buen lector deba quedar satisfecho con un libro. Si el libro es atrayente y el lector curioso e interesado en el tema o autor, no se saciara con lo leído y buscará más. Además que las referencias a otros textos y autores abren el apetito por esas obras. Una de las cosas que me duele es no ser constante y sistemático en mis lecturas. Diversas razones: mis estudios, mis deberes, falta de dinero para comprar libros, pero también mi desidia. De repente no soy constante, no persisto lo suficiente. Debo reconocer que soy flojo, pero la fuerza de las circunstancias, a lo mejor los años y cierta madurez, me están obligando a salir de la abulia. No pretendo, por cierto, volverme sabio o convertirme en ratón de biblioteca ni adoptar poses seudointelectualoides. La real sabiduría y amor está fuera de los libros, no cabe duda. Pero eso no quita que los libros sean parte importante de mi manera de vivir, no son mi vida pero me ayudan, como tantas otras cosas, a sobrellevar su faceta menos encantadora.

(1)Publicado en Revista Ercilla, 15 de Julio de 1964.
(2)(3)Conferencia dictada en el Ateneo de Santiago, 1994.
(4)Espejismo y realidades de la poesía chilena actual. En Plan, Santiago, Nº27 (31 de julio de 1968).

2 comentarios:

Marcos dijo...

La vida sin libros es hermosa! deberías hacer el intento por abandonar la creencia que no lo porque quizás nuestros sentimientos influyen en que así la veamos y no la realidad que cuesta tanto desentrañar... Me gustó tu post lo leí completo. Ojalá sigas publicando porque me agradó leerte. Tienes razón que de un libro uno va a otro y que hay mucho dialogo entre toda la literatura, son partes del todo. Yo hace poco terminé de leer un libro de Greene, "el factor humano" y quedé triste al terminar porque no tengo más libros de Greene. Pero debería realmente estar alegre de haberlo leído, de haberlo descubierto, en vez de elegir la tristeza que se apoderó de mi.
Saludos!

Anónimo dijo...

Nunca nada se podrá comparar a la emoción de tener entre las manos un libro recién comprado (no necesariamente nuevo, valga la aclaración). Hace poco más de dos días, adquirí un ejemplar usado de la edición original del libro de Sadoul, y hasta ahora, me parece un excelente punto de partida para el estudio de la Alquimia. Hay algo de mágico, en comprar libros. Aún pienso que nunca se llegará a saber cuál es esa extraña fuerza que le dirige a uno la mirada hacia un libro determinado, de entre cientos de ellos. Es sólo comparable con el amor a primera vista. Saludos, desde la Plataforma Ocultista.